Star Wars 110 - Ala-X 02 - La Apuesta de Wedge by Michael A.Stackpole

Author:Michael A.Stackpole
Language: es
Format: mobi
Tags: La Guerra de las Galaxias
Publisher: Bantam Spectra
Published: 2012-02-22T13:40:50+00:00

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Aril Nunb había decidido fingir que estaba inconsciente cuando la sacaron de los escombros, pero las costillas quebradas del lado derecho de su pecho le dolían lo suficiente para hacerla chillar cuando un soldado de asalto tiró de su brazo derecho. La puso de pie, entonces la empujó hacia el grupo de refugiados cortados y sangrantes parados detrás de la Fortaleza Flotante.

Aril no recordaba haberse desmayado cuando las cosas comenzaron a suceder, pero no podía estar segura. Recordaba a los soldados de asalto llegando, entonces la puerta lejana cayendo. Había partido hacia la salida junto con los demás Pícaros, pero un rayo de la Fortaleza había volado parte de una casucha a su derecha. Creyó que había sido derribada solamente por la onda expansiva, pero el dolor en las costillas le sugería que los escombros voladores le habían dado de lleno. Entonces había visto un pequeño niño sullustano que comenzaba a gritar y agitarse en un montículo. Se había inclinado para ayudarlo cuando el resto del edificio cayó.

Miró atrás al montón del que la habían sacado, pero no vio a ningún niño. Aril se dio la vuelta para mirar de nuevo hacia adelante, pero no vio a ningún niño entre los supervivientes de ojos hun-didos. Los que podían llorar lo hacían, otros se lamían las heridas; muchos miraban fijamente al espacio.

Un Dos Unobé miró en su dirección, entonces señaló hacia la izquierda. Aril siguió las instrucciones en silencio y encontró un grupo de sullustanos reunidos juntos, segregados de los demás refugiados. Varios niños se aferraban a los adultos, escondiéndose detrás de las piernas o enterrando las caras en el cuello de uno de sus padres. Aril no podía ver al niño que había intentado ayudar.

Le costaba mucho recordar la cara del niño, lo que le mostraba que probablemente había sufrido una contusión.

En lugar de dejarse pensar que había fallado, escogió arbitrariamente a un niño y decidió que él había sido al que ella había ayudado. Inclinó la cabeza en su dirección, pero él sólo se escondió más lejos detrás de la pierna de su padre.

Alguien la agarró por el brazo izquierdo. Aril alzó la mirada a la cara de un hombre con papada y más de cuarenta centímetros más alto que ella. Era bastante corpulento, sin embargo sus ojos marrones brillaban con una astucia que lo sacaba de la clase de hombre al que ella habría llamado bovino. Llevaba su ralo cabello negro cortado en un corto estilo militar, lo que hacía juego con su uniforme de General.

—Pareces saludable. Un buen espécimen.

Aril se tocó ligeramente el costado derecho del pecho e hizo una mueca de dolor.

El hombre dejó caer su mano de dedos gruesos en su flanco y le palpó las costillas. Ella chilló una protesta. Su toque, aunque clínico, también era brusco y doloroso.

—Costillas quebradas quizás, probablemente sólo un hematoma —La miró abajo a los ojos y le dio la vuelta la cabeza de izquierda a derecha—. Pareces estar bien. No te preocupes, yo te cuidaré.

Se enderezó.

—¡Diric!

Un

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